Un rayo cósmico de ultra-alta energía ha impactado contra la Tierra. Tiene un millón de veces más energía que el acelerador más potente jamás creado por el hombre. Los astrónomos han observado su trayectoria pero no encuentran ningún objeto en nuestra galaxia ni fuera de ella que pueda explicar su procedencia. El descubrimiento de la Universidad Metropolitana de Osaka, que acaba de publicar Science, parece el inicio de una película de ciencia ficción a la que los investigadores, de momento, sólo han acertado a ponerle un título apocalíptico: Amaterasu, la diosa del sol de la mitología japonesa.
Los rayos cósmicos son partículas cargadas de energía que cruzan el universo a velocidades próximas a la de la luz. Los de bajas energías son producidos por el sol, pero los de energías tan altas son excepcionalmente raros, por lo que los astrónomos apuntan a que sólo pueden proceder de fuera de nuestra galaxia, ya que necesitaría entornos más energéticos, como los alrededores de agujeros negros gigantes en el centro de galaxias distantes.
«Se sabe que se originan en fenómenos muy violentos, como en la explosión de una supernova, la colisión de dos estrellas, o cuando un agujero negro engulle una nube de gas, pero aún se desconoce mucho de su naturaleza y propiedades», explica el director del Observatorio Astronómico Nacional de España, Rafael Bachiller. Cuando hablamos de altas energía hablamos de más de 10 elevado a 18 electronvoltios o, lo que es lo mismo, un exaelectrónvoltio (EeV), que es aproximadamente un millón de veces más que lo que puede alcanzar el Gran Colisionador del CERN en Ginebra. Amaterasu tenía una energía de 244 EeV.
No se ha identificado ningún objeto astronómico prometedor que coincida con la dirección desde la que llegó, lo que alimenta la existencia de fenómenos astronómicos todavía desconocidos, y orígenes físicos más allá del modelo estándar», reflexiona el profesor Fujii. «Al estar constituidos por partículas cargadas, los rayos que llegan a la Tierra han cambiado de dirección siguiendo las líneas caprichosas de los campos magnéticos que permean el medio interestelar. Para averiguar su origen, en lugar de localizar los rayos cósmicos directamente, se pueden observar algunos de los efectos que ocasionan», aclara Bachiller.
Fuente: El Tribuno (Salta)